viernes, 15 de junio de 2012

SEÑOR ANONIMO: SALUDOS CORDIALES (2)




El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo, Mateo, 20. 26-27; Marcos,  9. 35; 10. 43-44;
La prueba de grandeza no se ve en el uso de títulos y cargos, sino en el servicio sincero y humilde Lucas 22. 26
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. [Lucas,14.11]


Estimado Señor Anónimo:

Le voy a contestar por educación o cortesía, como a usted le sea mejor, ya que lo normal a alguien que se esconde como usted deja de tener toda credibilidad. Lo que creo que sería más acertado es que usted pensara en la posibilidad de que quizá usted esté haciendo algo mal.


 En la historia, muchos hombres y mujeres han sido humillados y despreciados por defender la libertad; y no por eso desistieron en decir lo que pensaban.
Juan María Alponte, en el libro renovador sobre el humanismo y humanidad de estas personas, con título de  Los libertadores de la conciencia (Aguilar, Madrid, 2003), trata de la vida de Abraham Lincoln, Mohandas Karamchand Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela.

En cada caso, fueron líderes de movimientos históricos que en su oportunidad reciclaron el pensamiento humano, oxigenaron las conciencias, despertaron los sentimientos dormidos (tales como la solidaridad y la tolerancia). Sin embargo, esto que jamás les volvió pusilánimes, puesto que de su recta razón de ser, su temple y su resolución incontenible nadie pudo nunca dudar de ella.

Empezamos con Lincoln: «firmó, pues, el documento histórico, memorable, que anunciaba que a partir de ese día todos los esclavos de los estados disidentes recobrarían automáticamente la libertad. Durante mucho tiempo había dicho "si pudiera salvar la Unión de otra manera lo haría" No tuvo opción. Debió asumir el título de cirujano de la historia», dice Juan María Alponte.

A Gandhi, no le perturbaba, plantar cara al colonialismo británico con la fuerza de la razón, y no con las razones de la fuerza. Churchill, estratega de tantas jugadas que han quedado plasmadas en el ajedrez de la historia, no encontró una sólida, que rompiera los esquemas de la disciplina mental y vocación pacífica del mítico y sabio conductor del Pueblo de la India. 

Su ha dicho de Gandhi  «es un faquir medio desnudo». É se preparó mental y físicamente para el último ayuno, la última huelga de hambre de su existencia terrenal. Su ánimo estaba dispuesto a correr no importa qué riesgos. «A Gandhi le asesinaron porque no auspiciaba la guerra de las religiones ni la guerra de las civilizaciones». Su lucha servía a la libertad. Por ello, Alponte concluye: «el Mahatma Gandhi quedará en la memoria humana como Jesús o Buda».

Todos estos personajes y los pensamientos comunicados por el mismo hilo de plata que tiene la simbología de los hombres libres y de buenas costumbres: la libertad, la paz, la armonía, los derechos de las minorías y la igualdad social. «Martin Luther King y Gandhi […] luchaban contra la guerra de razas y las guerras de religiones».
La lucha por los derechos del hombre y por el ejercicio de los mismos fue la liturgia transparente de estos cuatro Libertadores de la Conciencia. Ellos, mejor que nadie y con la suma de unos pocos, han elevado a niveles superiores la verdadera identidad de la libertad y de la igualdad, deseables, para todos los seres humanos.
Ellos, superaron taras que ahora son marca de otras identidades y de algunas creencias, que dividen al mundo en fronteras por la fe, en parcelas por el color de la piel, en casillas por el tipo de raza, o en nichos por el poder del dinero.
Nelson Mandela creció en la cárcel. Recluido del mundo por la siniestra presencia de la violencia racista que ejercía su hipócrita blancura tiñendo de sangre la Sudáfrica negra. Inmolo su libertad, pero creció libre. Su semilla se esparció en el viento y ha fructificado. Él conoció la libertad como pocos, porque le privaron de ella por decenas de años, tras las rejas de la infamia que auspiciaba la discriminación por el color de la piel. Le dolía la clandestinidad. «Tengo que separarme de mi querida esposa, de mis hijos, de mi madre y hermanas para convertirme en fugitivo de la ley. He debido abandonar mi profesión y vivir en la pobreza, como ocurre a muchos de los míos».
Se hacía imposible, universalmente, mantener a Mandela preso. Todas las negociaciones morían en sus pies: «Sólo un hombre libre puede negociar; la libertad de mi pueblo y la mía no pueden ser separadas». O «todo el mundo gozará de Derechos Humanos iguales». O «el pueblo participará en las riquezas del país». O «las puertas del saber y la cultura serán abierta».
¿Cómo negar más tiempo esa realidad?
Las proféticas expresiones de Mandela resuenan en cada esquina del mundo subdesarrollado y sus dolientes frases invitan a cambiar esquemas y asumir papeles, sobre todo a nuestra sociedad. Que no nos  sorprendan despreocupados del ejemplo de estos seguidores de Dios de estos Cuatro Sabios, maestros de la humanidad, la procesión del mundo va por dentro.
Hoy en nuestro tiempo damos un salto a la historia, pero parece, Estimado Señor Anónimo,  que usted no se ha reciclado. Estamos hablado de la dignidad del hombre –en este caso, la del discapacitado—, que en sucesivas ocasiones Juan Pablo II o Benedicto XVI se han referido y la carta de los derechos humanos promulgada por la ONU y firmada por España (y que usted parece desconocer).
Karl Grunewald fue una de las fuerzas impulsoras de la libertad a escoger un lugar para vivir en libertad y del cierre de las instituciones suecas y espero  que el mismo proceso se dé también en Europa Central y del Este y, cómo no, en España.


Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos

1 comentario:

  1. GRACIAS POR DEFENDER A LOS MAS NECESITADOS NO TE RINDAS ADELANTE.
    RICAR PEIRIS

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