sábado, 2 de junio de 2012

Al señor anónimo


Al señor anónimo


Tenemos un amable lector –que no sabemos quién es— que hace unos comentarios que –está  en su derecho, por supuesto— parece que salen más de  la pataleta o resentimiento de alguien que parece estar en la junta de alguna residencia.  
Permítame responderle.
Ser agradecido es cuando uno está  bien consigo mismo y en el lugar  en que está  viviendo lo manifiesta con sus actos o palabras. Ortega y Gasset decía yo soy Yo y mis circunstancias. Ese estar agradecido lo manifiesta en un acto o palabras, que encierra un grandísimo significado, pero del cual pocos saben el valor que tiene si no viven en su piel.
Ser agradecido no es ser sumiso a una institución ni perder la dignidad como persona. Sino saber decir a esa institución o persona «aquí estoy para  ayudar o colaborar en lo que pueda».
Sí, querido señor anónimo: soy una persona agradecida. Agradecido a la Generalitat, que paga una parte importante de mi mensualidad que la residencia cobra, y si no pagase a la residencia, ésta no me hubiese cogido ni admitido. También le doy las gracias a las personas que pagan sus impuestos para que se pueda ayudar a los más desprotegidos.
Yo, querido señor anónimo, pago con una parte de mi retiro y pago  bien  por  algo  no  tengo  que  agradecer. Si  yo  al  pagar  por  algo   se  me  trata  bien  y  se  me  da  un  buen  servicio, entonces tengo que  agradecer   a la  persona  por el  interés  que  la  persona   tuvo  conmigo. 
Según usted solo nos falta ser mártires porque podemos «aguantar tanto maltrato». Le diré que lapalabra mártir viene del griego y significa testigo. Es utilizada por la Iglesia Católica para indicar a los que mueren por Cristo.
Hoy se suele emplear esta palabra para los que mueren por un ideal, social, religioso o caritativo. Nada más inadecuado: pueden ser héroes, campeones o adalides, pero nunca mártires.
Para ser mártir, según la cristiandad, se requiere una condición: por parte del perseguidor que mate a otro per odium fidei, es decir, por odio a la Fe Católica o a una virtud cristiana, lo que en este caso, no se da.
Sólo deseamos sentirnos como seres humano, que se nos respete el derecho a decidir lo que pensamos, que tengamos derecho a la información,  tener una habitación donde pueda tener aquellas pequeñas cosas que nos hacen estar vivos… y eso no se da.
Sentirse vivo y útil es una necesidad, necesitamos ser útiles, o dicho de otra forma, servir para algo o alguien, aportar trabajo, ayudar, crear, construir. Tenemos que sentirnos útiles para ser felices, poder ir al cine, seguir charlas, actividades que muchas veces tenemos que frustrar por la poca ayuda que recibimos.
Nosotros podemos hablar y nos arriesgamos. Otros no pueden: mudez por ictus, enfermedades degenerativas, lesiones cerebrales, etcétera. O bien, aquellos que, por miedo, se ven obligados a callar.
Lo siento si por decir lo que pienso –y vivo— le puedo haber ofendido. Espero que usted no haya tenido que pasar por lo que vivimos nosotros. Sinceramente.
Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos

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