sábado, 23 de junio de 2012

alimentación de los discapacitados y ancianos en las residencias



La alimentación de los discapacitados y ancianos en las residencias


Su estado nutricional y emocional mejora cuanto más individualizada es la dieta y mayor es su implicación en todo lo relacionado con la comida.
           Bob Jagendorf dice que se ha comprobado que la implicación de las personas con discapacidad  y  que su proceso de alimentación mejora su estado nutricional y emocional.
            Cuando los discapacitados y mayores viven en una residencia, esto no siempre es posible.  El sistema confunde lo que sería una necesidad justa y de sentido común con lo que se hace y  se da en realidad. Dicen que es por la salud cuando en la realidad lo que se mira es beneficio económico.
            Lo más sensato sería que a los residentes se  les debería integrar en la toma de decisiones. Ha de evitarse la desnutrición de los adultos discapacitados y mayores y no obviar el respeto a sus deseos, es decir, que puedan escoger los platos o alimentos que más les apetezcan.
            Un aspecto importante es poder individualizar las dietas para adaptarse a las peculiaridades de cada uno, con el fin de hacerlas menos restrictivas y evitar por sistema que sean "bajas en sal", "bajas en grasas", "turmix", etc. Estos puntos contribuirán a una mejor ingesta, más satisfacción, y por lo tanto, mejor estado nutricional y mejor esperanza y calidad de vida. El envejecimiento de la población, característico de los países industrializados, supone una mayor preocupación de instituciones y organismos sanitarios por la mejora de la calidad de vida de estos ciudadanos.
La alimentación en los centros residenciales
La malnutrición y la escasa actividad física son problemas frecuentes en la población institucionalizada. Al abordarlos, hay que tener en consideración los múltiples elementos que rodean al discapacitado y anciano, y que tienen un papel central en su estado nutricional y en su salud en general: el propio proceso de envejecimiento, el diagnóstico de una o más enfermedades, la polimedicación, la soledad y la depresión, entre otros tantos factores. Todos ellos juegan un papel central en el diseño de las pautas alimentarias, aunque es posible establecer unas generales, aplicables a la práctica totalidad de los discapacitados y ancianos sanos.
            Se estima el aporte energético idóneo para servir en los centros residenciales es de  unas 2.000-2.200 kcal/día, quitando frituras, salsas y grasas.
            Numerosas guías dietéticas sitúan el aporte energético idóneo para servir en los centros geriátricos en unas 2.000-2.200 kcal/día, siempre que se mantengan las normas de una alimentación saludable de suficiencia, variedad y equilibrio, además de apetitosa. Una manera sencilla para comprender los criterios de dieta equilibrada es visualizar la pirámide de la alimentación saludable adaptada a la población residencial. 

Pirámide alimentación saludable para residencias.

 
             Otros aspectos genéricos que contribuyen a facilitar una ingesta adecuada por parte de los discapacitados que viven en residencias es el fraccionamiento de la ingesta en cuatro o más comidas, la inclusión de propuestas gastronómicas relacionadas con las fiestas y tradiciones religiosas, la adaptación de las texturas de los platos a las dificultades más habituales para tragar, una adecuada iluminación del espacio y el uso de utensilios adaptados, entre otros. 
La clave es individualizar la dieta 
            Las personas discapacitadas  constituyen un grupo muy heterogéneo, por lo que es imprescindible individualizar las necesidades de salud y los consejos. En el caso de las personas hipocalóricas, además de los criterios básicos de alimentación saludable, los profesionales sanitarios deben conocer los requerimientos nutricionales y alimentarios de los residentes y saber cuáles son los factores que los influyen, para evitar la desnutrición.
            Pero esto no es suficiente. Según un reciente documento de la Asociación Americana de Dietética (ADA) resulta esencial que, en la toma de decisiones, se integre al individuo afectado, con el fin de mejorar el deseo de comer y el placer relacionado con el acto alimentario y, en última instancia, su estado nutricional y su calidad de vida.
            Aunque la individualización de las dietas según la condición médica y las necesidades es frecuente en las residencias, el respeto por los deseos y los derechos de los adultos mayores no siempre se tiene en cuenta en la práctica diaria. La ADA recalca que, en especial entre las personas discapacitadas, la comida es una parte esencial de la calidad de vida, por lo que una dieta poco gustosa o mal aceptada condiciona una ingesta deficitaria, que deviene en desnutrición y sus consecuentes efectos negativos sobre la salud.
Doctora Teresa Betancur Losa
Médico Dietista
 St. Paul University Hospital, Texas, U.S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario