viernes, 13 de abril de 2012

SI YO FUERA UN GRAN LETRADO (III)


MATARLES COMIENDO… MAL, CLARO




En la comprobación por los miembros de Inspección del Servicio de Inspección y Registro del departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de Cataluña de los hechos que motivaron nuestra queja, se anota en el sexto párrafo:

També us informem que les dietes hipocalòriques i per hemodiálisi son dietes que precisen de la prescripció d´un metge i no poden ser modificades pel usuaris.

            El párrafo en sí es bastante raro. Porque recuerda verdades de Perogrullo, como que las dietas necesitan de la prescripción del médico o que no son modificables por el usuario. Pero, en cambio, no se entra en las cosas que se explicaron a Yolanda Marti cuando fueron nuestros delegados. Por ejemplo que la dieta para hemodiálisis era en realidad una dieta de potasio restringido. Esta dieta era totalmente contraria de la dieta hipocalórica, y que está llena de alimentos cargados de potasio: las acelgas, las coles, las patatas, el brócoli, el conejo, el tomate crudo, etcétera. Por el contrario, la dieta baja en potasio aconseja como alimentos preferentes la pasta asciuta, el arroz, la judía verde, etcétera.
            El 22 de diciembre de 2012 se presento un amplio dossier a la Directora Técnica del Centro, con unas recomendaciones para la dieta baja en potasio firmada por un médico, unas indicaciones sobre el suministro alimentario del panga, dos libros (en PDF) sobre dieta que recomendaba ALCER, y una tabla de alimentos según su aporte en potasio que se podían dar (como queso, jamón del país, natillas, yogurt, flan, helados, lentejas, etcétera) y otros que no (todos los que daban: acelgas, las coles, las patatas, el brócoli, el conejo, el tomate crudo, etcétera).
            La Directora Técnica consultó con sus «expertos» y juntos han decidido mantener la dieta «para hemodiálisis» en vez de la baja en potasio. Consecuencia: desde entonces ha habido patatas en 27 ocasiones, y tomate natural, a secas, en 18 ocasiones, además de servirse abundantemente como acompañamiento de muchos segundos. Por suerte, el residente afectado por la dieta baja en potasio –que soy yo, digámoslo claro— estaba alertado de la carga de potasio con que venían y decidió no comerlos. Y, mira tú por donde, el mes de enero fue el primer mes que se le estabilizó el potasio y en marzo sigue estable (al no comer lo que da el centro).
            Pero, claro, no comer la comida de la residencia equivale a comer otra cosa: la panadería de al lado. Pagando, claro está, el residente. Pero el régimen  bajo en potasio estaba en poder de Yolanda Martín desde el 19 de enero y podía comprobarse que ese régimen no se aplicaba en lo más mínimo.
¿Por qué no lo hicieron? Se nos ocurre una explicación, pero sólo para salir del paso: ningún médico generalista sabe a ciencia cierta qué es un  régimen «bajo en potasio», como tampoco sabe muy bien que es un «un régimen para hemodiálisis». Y es evidente que si la residencia les presentó un régimen hipocalórico apañado, lo dieron por bueno.
El problema es que ese régimen se da de bofetadas con el que a mi me conviene. O mejor dicho: me conviene ahora. Quizá dentro de cinco años me convenga uno totalmente distinto. O ninguno, si el potasio siguiera creciendo: el potasio paraliza todo tipo de músculos, incluyendo al corazón: una parada cardíaca y un indignado menos.
Por lo que hace a los regímenes hipocalóricas la primera crítica es no haber tenido en cuenta su variedad culinaria (que brilla por su ausencia); y la segunda es que –balanza en mano— dan menos de lo que deberían. Además, uno puede comer siempre de hipocalórico pero apetecerle, un día, comer normal. Esto no es, en puridad, saltarse el régimen, puesto que luego sigue lo pautado. Pero el régimen carcelario de la Directora Técnica prohíbe esto. El futuro es negro: morirás comiendo mal.
¿Es normal que, habiendo entregado un menú firmado por una médica de Dietética del Hospital de Sant Pau para un menú bajo en potasio, no se cumpla? Esta fue la demanda que planteamos a Yolanda Martí, y la que los inspectores deberían haberse plantearse.
¿Es normal que nos den menos y encima nos lo den mal? También esto estaba claramente formulado, y no se nos ha dado respuesta ninguna.
Sabemos, y lo hemos contado, que una cosa es la estructura de sentimiento que comparten todos los residentes y otra la visión, posiblemente sesgada, que tienen las Inspectoras ajenas. Para hacer que prevalga la justicia habría de intentar que se acercaran, para intentar un diálogo entre residentes y inspectores (para el bien de ambos).
…pero yo no pasé de escribiente, pasante o meritorio.

Josep Torrell
Humillados y Ofendidos,
residentes de AFAP

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