Prótesis humanas, Auschwitz-Birkenau
La perniciosa institucionalización de las
residencias
Soy
un investigador de formación. Trabajo para el Instituto de Vida Independiente,
donde me ocupo de diseñar e implementar proyectos piloto, con el fin de influir
en la política social hacia la libre determinación y el auto-respeto a las
personas con discapacidad.
¿Cuántos
de ustedes han estado en prisión? Pasé unos años de mi vida en un lugar que era
peor que la cárcel. ¿Cuál fue mi crimen? Tuve la poliomielitis. Después de seis
meses yo estaba tan sano como lo estoy ahora, y, por lo tanto, ya necesitaba lo
que hoy llamamos, la asistencia personal. Pero yo vivía en una institución,
porque en Alemania, en la década de 1960 no había programas de asistencia
personal. Mi anciana madre no me podía tener en casa. ¡Qué bello habría sido,
para ella y para mi, el haber vivido unidos por sentimientos, sin tener que soportar los sentimientos de culpa
por tener que internarme!
He vegetado en casa, incapaz de continuar mi educación,
incapaz de trabajar, salir y conocer gente. Habría sido físicamente imposible
para mi madre que me ayude con todas estas actividades. Y a mi no me hubiera
gustado tener que depender de mi madre. Por ejemplo, imaginad que me enamorase
de alguien y que necesitará a mi madre para que me llevara a la cita!
Tuve
que vivir en un hospital sencillamente porque necesitaba un lugar para vivir,
un lugar sin barreras y con un baño bastante grande. En Alemania, en 1961, no
había programas de viviendas accesibles y
mi familia no tenía el dinero para construir una casa.
Vivi en hospitales durante cinco años. Yo tenía 17 años. Hoy en día, unos
cuarenta años después, todavía estoy amargado por el hecho de que los años más
importantes en mi vida me fueron robados. Si yo no hubiera tenido éxito al
emigrar a los Estados Unidos en 1966, habría sido encarcelado por mucho más
tiempo. Lo más probable es que habría muerto a una edad temprana. La gente en
las instituciones residenciales, en promedio, tienen vidas más cortas.
Las
instituciones residenciales te obligan a adaptar sus necesidades a las
necesidades de la institución. Como un preso, que tiene que compartir el
personal con otros reclusos. El personal que decidir cuál de las necesidades en
un momento dado son más acuciantes. Yo no podía decidir cuándo me levantaba por
la mañana o cuando me iba a la cama por la noche: esto dependía exclusivamente
del personal. Ni siquiera podía decidir cuándo tenía que ir al baño. Bien
mirado, un criminal tiene más libertad en la cárcel que la que yo tenía. Me sentía
frustrado, como un ser pasivo y profundamente deprimido.
La investigación ha
demostrado que las instituciones en vez de fomentar la hospitalidad están disminuyendo la iniciativa de cada cual,
reducen sus habilidades mentales y afectan a la salud física.
El
problema de las Instituciones Residenciales es que tratan de hacer que otras
personas –las que son sus usuarias— piensen que son diferentes. Peor aún: las
instituciones nos hacen pensar que somos diferentes y, de esta manera, nos
crean para nosotros profecías autocumplidas.
En la
Unión Europea casi un millón de personas viven en instituciones residenciales.
Esto es un terrible desperdicio de vidas humanas. ¿Cómo podemos liberar a
nuestros hermanos y hermanas?
Adolfo Ratzka
Fundador
y director
del
Instituto de Vida Independiente
Edición original www.independentliving.org/docs6/ratzka200304.html
Versión castellana: Humillados y Ofendidos (Diversidad Funciomal)
TODAVIA SOMOS POCOS LOS QUE NOS REVELAMOS, ESPERO QUE CADA DIA SEAMOS MÁS, DE TODAS FORMAS AUNQUE SOMOS POCOS, SE QUE LLEVAMOS RAZON Y QUE ADEMAS LA VIDA INDEPENDIENTE ES MAS BARATA PARA EL ESTADO QUE LA INSITUCIONALIZACION, POR DIGINIDAD POR LIBERTAD Y POR ECONOMIA DEBEMOS SEGUIR LUCHANDO
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