Tenemos que ir a otro modelo residencial
El
punto de partida es el reconocimiento de que el actual modelo de residencias en
Catalunya y el estado Español no responde a los deseos de las personas que se
ven obligados a residir en ellos, ni posibilita un trabajo de mejora de la
calidad de vida de las mismas.
Las personas con diversidad funcional (o sus familias) acuden a las residencias
cuando no queda más remedio, pero son lugares no deseados ya que la
administración tampoco da otras alternativas: o lo tomas o lo dejas.
Esta percepción tiene que ver, en gran
parte, con cómo son hoy en día los servicios residenciales. En general, casi no
se construyen residencias públicas. En su lugar, se siguen construyendo y
organizando mal las residencias de iniciativa social (pero concertadas):
centros pequeños de elevada capacidad, que funcionan a modo de instituciones
donde las normas no se acomodan a la ley; se aplica una atención uniforme a usuarios
con problemas muy distintos; no se respeta la privacidad de los residentes; la
organización de la atención está centrada en el procedimiento que priman sobre
la atención personalizada y la libertad personal, etcétera. Las costumbres y
los deseos de las personas son sistemáticamente anuladas.
Levantarse y acostarse a una misma
hora (habitualmente muy pronto), compartir una misma habitación, tener reducida
su libertad para hacer lo que uno quiere (por falta de espacio de personal y
mala preparación, o por el argumento de su seguridad, son dificultades cotidianas
que caracterizan nuestras residencias, independientemente de que cumplan o no
con los metros que exige la departamento de Bienestar Social y Familia de la
Generalitat de Cataluña.
Habría que conocer el debate de
redefinición del sistema residencial que se inició en otros países hace años. Es
necesario tener en cuenta algunas experiencias internacionales y determinar sus
particularidades. A este respeto, sería bueno fijarse en los casos de Suecia,
Dinamarca, Alemania, Francia y Gran Bretaña, que pueden ser aplicables –y muy
útiles— en todo el estado español y sus autonomías. En los países nórdicos hace
años que, al ofrecer otras posibilidades
hubo que cerrar paulatinamente las
residencias, que hoy son inexistentes o totalmente residuales).
El sistema residencial basado en
residencias está condenado a desaparecer por considerar que no resulta adecuado
para atender a las personas con discapacidad o mayores favoreciendo su calidad
de vida. La apuesta en países nórdicos para las personas con discapacidad y
mayores que necesitan cuidados y tienen que dejar su hogar, se dirige hacia lo
que se viene denominando alojamientos con
apoyos (apartamentos con servicios o pequeñas unidades de convivencia para
las personas con dependencia severa y deterioro cognitivo), donde además de
prestar cuidados y servicios de atención personal se garantiza la privacidad,
la independencia, y el que la persona, independientemente de su grado de
deterioro, pueda seguir con sus costumbres, con su ritmo de vida, cumpliendo
sus deseos, y en la medida de sus capacidades, ejerciendo el control de su
propia vida.
Esta política parece la más adecuada
para el futuro de nuestro país. Ojalá nuestro gobierno sentase las bases para
un modelo de calidad en los centros de alojamiento para personas con
discapacidad y mayores, de modo que éstos estén orientados realmente a las
personas que en ellos viven.
Hay algunas cuestiones que han que
poner en el centro de los debates. Por ejemplo, alternativas de alojamiento
donde la privacidad, la elección sobre cuestiones básicas de la vida diaria (a
qué hora me levanto o me acuesto, cómo se me atiende, qué quiero hacer hoy, con
quién voy a estar o no estar) sean lo más flexibles posibles. Por ejemplo,
lugares de continuidad de vida propia integrados en la comunidad, donde las
familias y allegados tengan espacio y papel. Por ejemplo, que en residente sea
el dueño de su habitación y de todo lo que hay en ella. El reto no es sencillo:
se trata de ofrecer un marco que permita conjugar calidad (pero calidad pensada
desde la persona y no para la organización) con sostenibilidad de los recursos.
Resistencias al cambio existen. Pero
que nadie lo dude: este camino habrá de recorrerse, quieran o no. Necesitamos
mirar a Europa. Ahora es el momento del tránsito hacia otro modelo residencial.
Es el momento de no conformarnos con lo que ya existe. Pensando en las personas
y pensando con las personas.
Nuestra
finalidad es vivir como en casa. Para ello hay que definir un nuevo modelo de
atención residencial: éste es el reto.
Jesús
Córdoba García
Humillados y Ofendidos
(Diversidad Funcional)
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