El pasado 28 de
noviembre participé en una conversación de ética aplicada sobre sexualidad y diversidad funcional. Se
trataba de seguir, con profesionales del trabajo social, psicología, educación
social, medicina, enfermería, docentes, maestros, investigadores y estudiantes,
el proceso de análisis y deliberación sobre el borrador del documento
"Diversidad funcional, afectividad y sexualidad: Algunas cuestiones éticas
que plantean las relaciones afectivas y sexuales de las personas con diversidad
funcional con necesidades de apoyo extenso o generalizado que viven en residencias
"elaborado por el Grupo de reflexión
ética aplicada del Consorcio de Servicios Sociales de Barcelona.
***
Fue un debate
intenso y rico, y hoy quería compartir aquí algunas cuestiones que me planteé:
a) El borrador
apunta hacia un documento valiente, muy innovador y con capacidad de estimular
el debate púbico sobre la sexualidad en las residencias.
b) Es necesario
ampliar, profundizar y sistematizar la hasta ahora escasa participación directa
en el debate de las personas con diversidad funcional. Nada sobre nosotros sin
nosotros.
c) A pesar de las
buenas intenciones, pervive un cierto paternalismo (papel de la familia), algún
tic institucional (papel de los profesionales) y una sutil naturalización de la
asexualidad (no se identifica como problema el más grave: la falta de demanda
de vida sexual, sólo parece problemática la gestión de la demanda).
d) La sexualidad no
es "la guinda de un proceso de rehabilitación", es el motor más
potente de crecimiento personal, desarrollo de la propia personalidad y de las
relaciones sociales. Como tal, debería ser central y no secundaria en la
valoración y evaluación de los apoyos sociales para las personas con diversidad
funcional.
e) El texto rezuma
un constante "querer y no poder" Pese a proclamar que la residencia
debe ser "como el propio hogar del usuario" lo cierto es que la institución colectiviza la intimidad y la cotidianidad, y esto genera una tensión que-si bien
se puede mejorar- es irresoluble. Me
hizo pensar en la primera escena de Bailo por dentro.
f) En la misma
línea del punto anterior, la figura de la incapacitación jurídica choca con las
buenas intenciones y hace patente la necesidad de transitar de este sistema de
sustitución de la voluntad hacia otro de apoyo a la toma de decisiones.
g) Más allá del
"qué podemos hacer por la sexualidad de las personas con diversidad
funcional" hay que enfocar también la cuestión en la dirección contraria:
¿qué puede aportar la realidad de la diversidad funcional a la reflexión sobre
la sexualidad humana en general.
Y con todas estas reflexiones todavía
hirviendo en la cabeza, hace pocos días vi Las sesiones . Basada en
textos autobiográficos del poeta y periodista Mark O'Brien, narra la historia
de cómo un hombre con tetraplejia inicia a los 38 años de edad su vida sexual
con el apoyo de una "terapeuta / sustituta sexual" Como, a pesar de
ser práctica habitual en la California de los 50 y 60, sus padres no quisieron
ingresarlo en una residencia (la esperanza de vida allí era de 18 meses) Mark
hacía vida independiente con asistencia personal en su casa (sí, sí, ¡¡¡ hace
40 años ya se practicaba esta alternativa a la institucionalización !!!).
Esto me llevó a
completar las reflexiones antes mencionadas con las siguientes consideraciones:
1) No hay atajos.
La única manera de tener una vida sexual plena es teniendo una autopercepción
positiva y una vida social rica y compleja. A pesar de vivir en su casa, la
barrera de un imaginario colectivo que infantiliza y asexúa a las personas con
diversidad funcional había sido interiorizada por Mark de tal manera que
rechazaba su cuerpo y no tenía muchas relaciones personales. Tal y como proclama la campaña Undressing disabilty
"Disability might not be sexy, but
the people with the Disabilities are ".
2) La
medicalización de la vida en general y de la sexualidad en particular es un mal
camino. Derecho a la salud sí, reducir la persona a la condición de paciente y
convertir su vida en un tratamiento no. Las causas de la exclusión sexual de
las personas con diversidad funcional son sociales. Cheryl, la asistente /
sustituta sexual, se ve desbordada por una realidad que no es médica ni
medicalizable.
3) Hacer vida
independiente auto gestionando asistencia no garantiza una vida sexual plena,
pero da oportunidades y posibilidades. El proceso de crecimiento personal y de auto-aprendizaje
de Mark a la hora de relacionarse con sus asistentes y con otras personas
resulta ilustrativo
4) La figura del asistente / sustituto / acompañante sexual puede ser un apoyo
fundamental para el bienestar físico y emocional de las personas que no tienen
acceso a su propio cuerpo y no se pueden masturbar por ellas mismas. Se debe
regular y garantizar como derecho.
5) En todo lo que
va más allá de las tareas de masturbar a quien lo puede hacerlo por sí mismo y /o facilitar las relaciones sexuales con otras personas, el debate sobre la asistencia sexual
está abierto. En mi opinión, se debería incorporar al debate general sobre la prostitución.
6) Quien sea favorable
a la regulación de la prostitución puede encontrar en el ámbito de la
diversidad funcional argumentos y experiencias de sus beneficios extensibles al
conjunto de la población. Quien esté por la abolición de la prostitución, puede
incorporar la realidad de la diversidad funcional al proceso de construir una
sexualidad humana general suficientemente rica y positivamente apreciadora de
la diferencia como para eliminar la demanda de servicios sexuales más allá de
la represión policial.
La sexualidad, como
expresión intensa de la vida, pone de manifiesto el carácter
"ptolomeico" de figuras más pensadas para sobrevivir que para vivir y
que asumen el sacrificio de la libertad en nombre de una cierta idea de la
protección, como las residencias y la incapacitación jurídica. El giro copernicano que
necesitamos en el imaginario colectivo de la realidad de la diversidad
funcional nos llevará a una sociedad más humana y más justa para el conjunto de
la población. Es un camino largo, complejo y apasionante, pero de momento, si
usted -a diferencia de quien escribe estas líneas- aún no tiene diversidad
funcional, quédese con una idea muy simple: yes,
we fuck ¡¡
Antonio Centeno